Hace ya diez años desde que Estados Unidos invadiera Iraq en busca de esas supuestas «armas de destrucción masiva» que nunca aparecieron. Diez años en los que la situación política, económica y social del país ocupado entonces por George W. Bush ha pasado de lo malo a lo peor: la violencia sectaria entre la población sunní y chií se ha multiplicado, la represión política contra las minorías étnicas y religiosas se ha recrudecido y cada día decenas de personas mueren en lo que podría considerarse una auténtica guerra civil.